Criminal.

Sus ojos escarbaban en lo más profundo de su mente. Sólo quería vaciar su alma y dejarla seca. Con sarcasmo era cada sonrisa y seductora y maléfica era su penetrante contemplación. Hurgaba durante horas su espíritu. Sedienta estaba por descubrir su oscura y tenebrosa personalidad. Los atardeceres en su honda mirada era como la extensa fauna encendida en tórridas y gigantes llamas. Sus palabras flotaban en el aire como viento impuro y contaminante que la elevaba, opacando sus ganas de vivir. Su astucia era similar a la de un áspid que con sus pasos la envolvía satíricamente. Su lengua era como una ola inmensa que la embriagaba con cada movimiento vanidoso. En sus caricias plasmaba su ironía y su fría soberbia, por sus nocivas venas corría la sangre envenenada de maldad. En sí no se sabía de que mundo provenía su ser. Que individuo sería capaz de entrar en su mente y hallar en realidad quien era. Sus abrazos la cobijaban de una manera que no era para protegerla del miedo. En sus brazos la seguridad no estaba, manifestaban la ira y la impotencia sensual que su alma en abismo exclamaba y con una imponente seducción, asfixiaba su frágil cuello y sus anhelos. Su corazón en cólera estaba, siempre con latidos vistos a través de su lisa y agria piel. Su cuerpo emanaba olor a venganza y sus besos irradiaban desencanto y eran glaciales y lóbregos pero frenéticos a su rara vez. Sus movimientos eran sombríos y grises como su indeformable corazón. Sus mejillas siempre relucían un rubor tenue e irónico que se encendía con sus severos términos poseídos. Así era la letal seducción que su envolvente artificio desempeñaba con el escalofriante fin de atrapar su inocente alma que poco a poco acogía con su malévola tentación...

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