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Mostrando entradas de noviembre, 2018

Reflejo de tristeza número 1.

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Puede que me haya vuelto loca. Que me haya resignado a perder. Puede que ya no importe si te encuentro al amanecer o si la noche te traga con ella por uno de los tantos agujeros negros del universo. Da igual todo lo que pase porque ya me he resignado. Ya no hay brillo en la mirada y la fuerza de mis brazos destinada para ti se ha marchado. Los latidos que antes emocionaban ahora sólo duelen. Así que oficialmente la felicidad se ha ido. No tengo mucho que decir esta noche. Palabras vienen mientras otras van huyendo de las que vienen, esta noche nada fluye, todo huye y lo que no huye muere.

Y serás tú.

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¿Cómo has sido tú quién me ha hecho pensar tanto?   Quien me da giros sobre la cama, Quien me pone inquieta. Eres la adicción y la resaca.   No hay abstinencia más agonizante que la ausencia de tu latido. Y así me doy cuenta de que te quiero.   Eres tú... Y serás tú mil años después. Me darás un beso antes de dormir que se esparcirá hasta un lastimoso sueño. Algún eco que confundiré con el rechinar de las puertas cuando has llegado. La respiración desesperada y agobiada sin saber dónde estás.   Mi mayor amor, mi mayor odio, mi mayor castigo, mi mayor bendición. Aquel incomprensible insomnio y aquella mirada ausente.   Pienso en ti y me dan ganas de tirar todo a la basura. De irme a escribir y contarle a las nubes este secreto. Especialmente cuando grises siento que me entienden.   Seguiré besándote en mi imaginación, seguiré torturándome dulcemente. Seguiré engañando a mis impulsos. Seguiré extrañando esa parte de

Grito desesperado.

Más de una vez quisiera decir lo que acontece, quisiera abrir la boca y que las palabras salieran como moscas en la putrefacción, como lo hacen en las películas, me imagino langostas, mejor dicho, saliendo disparatadamente, porque así suele ser lo que digo, suele ser como una peste iterruptora de tranquilidad, corruptora de sueños, mis palabras aunque suaves suelen derrumbar edificaciones del corazón ajeno. Suelo equivocarme, y ¿Sabes una cosa? Estoy cansada de equivocarme. Me he cansado ya de lastimar, así que bueno... Ahora no sé ni por dónde empezar. Ya no es suficiente con guardarlo en mi mente, pero ¿Plasmarlo? ¿Cómo puedo hacerlo? Si permanece el miedo constante de que alguien me reconozca, que reconozca mis garabatos y mis destructivos enredos, y es que aunque la simbología electrónica se lee de igual manera, no deja de ser el mismo garabato mental y emocional de siempre. Me aterran aquellos ojos detectives psicoterapeutas que decidan analizarme, o peor aún, decidan encontr