Deseo.

Entre excitante y repulsivo, así lograba verte bajo el efecto de aquellas resplandecientes luces.


Evasiva a mi consciencia, dejándome llevar por el camino de ese helado sudor por las veredas de nuestros cuerpos.


La música cada vez nos envolvía más, nos derretíamos lentamente entre nosotras, podía sentir tus manos desesperadas por entrar bajo mi blusa, mientras que tu rodilla intentaba escalar y encontrar algo entre mis piernas.


La noche parecía eterna, tus labios se seducían vulgarmente entre ellos mismos, te mordisqueabas a ti misma mientras yo esperaba celosa te mudaras a mis senos.


Recuerdo que nos colábamos entre todas aquellas manos, entre todas aquellas caras, entre todos aquellos movimientos, entre todos aquellos deseos... Parecía que toda aquella excitación concentrada nos hacía cada vez más fuertes, más atrevidas, más liberales, más sensuales. Aprovechando cada falso movimiento para disimuladamente acariciar tus nalgas, bajo absurdos pretextos y promiscuas sonrisas exhalaba a tus oídos, poco tiempo nos bastó, tan sólo el cambio de una canción para pasar de la caricia al apretón, de tus labios a tu cuello, de la falsa sonrisa a aquel gesto culposo desbordado de placer, las luces parecían destellar sobre nuestras partes más mojadas, tu falda aunque me estorbaba, la suavidad de aquella tela se había convertido en mi enemiga más aliada, mis uñas ya eran instrumentos de tortura placentera, mi lengua impaciente por degustar desde la sal hasta tu agridulce desembocadura.


La noche parecía ahora más eterna, cualquier recámara parecía lejana, ahora toda esa gente nos estorbaba, tan sólo necesitaba sentirte pegada a mí, necesitaba urgentemente tu desnudez, mi agitada respiración gritaba que me cogieras fuerte, que me levantaras la falda, que me arrancaras la blusa, me urgía tu aventurera lengua viajando entre mis pezones, me urgía el engaño de tus labios sobre los míos, me urgía aquella sensación y aquel acto de quedarme boquiabierta ante tu grosero gesto del engaño, de fingir que me besarías para después con una sonrisa cínica abandonarme llena de ganas, necesitaba aquel húmedo engaño en repetidas ocasiones hasta que mi vulva comenzara a friccionarse por la desesperación de sentir algo dentro de ella. Aun no tenía claro, aun no sabía si serían tus suaves yemas, tus burdos instrumentos, tus despistadas uñas, o tu bendita y exploradora lengua lo que tendría dentro de mí. Aun no sabía qué tendría yo dentro de ti, o si querría primero recostarme sobre ti, sentirte toda junto a mí, rozar mi cuerpo contra el tuyo hasta que mis fluidos s vertieran dentro de ti.


Aun así aguantamos, decidimos tomar el camino más corto mientras conducía, los semáforos en rojo parecieron no importarnos, pues nuestras prioridades habían cambiado. Manteníamos una inquietante tensión mientras me encontraba en el volante, hasta que fuiste tú quien tomó mi antebrazo, mi sensible antebrazo, entonces me acariciaste suavemente y migraste hacia mi costado, mi coloración y algunos otros signos me habían ya delatado, y haciendo alarde de todas tus fascinantes y sexuales habilidades decidiste juguetear entre mis piernas, esta vez de una manera más elegante, pues ni siquiera deslizaste mi falda, tu dedo medio parecía estar sereno y entretenido dibujando mi silueta, y yo sin poder bajar mi ritmo, me limitaba a decirte con una voz entrecortada que sólo deseaba llegar a aquella recamara... Pero parecía la recámara tan distante, y mis ganas tan dominantes que no pude más. Tan sólo me detuve, tan sólo quise ser tuya en ese instante, sin ningún adorno a nuestro salvaje instinto, sin más me detuve, giré mi cabeza hacia ti, comencé a desabotonar tu blusa decentemente, como siempre lo había hecho, pero tú, llevándote como siempre el reconocimiento de tus habilidades al coger, rompiste mi blusa, la rompiste sin pensarlo, desenganchaste mi brasier, y aquellos labios de quienes había estado tan celosa comenzaron a recorrerme, tan suave y tan fuerte, era todo mucho mejor de lo esperado, no sabía de mí, no pude esperar ni mantener mi dignidad, tan sólo se me ocurría rogarte mientras mis fibras más sensibles me traicionaban, rogarte mientras tu mirada se posicionaba hacia abajo para observarme con desdén  que me hicieras sexo oral, me chantajeaste entonces para que te lo dijera lo más fuerte que pudiese, me retaste al tiempo que la mitad de los dedos de tu mano derecha ya me masturbaban de aquel modo tan caliente que tú tienes, me retabas una tras otra y otra vez, hasta que mis palabras ya eran húmedos, sucios y amordazados gemidos, que difícil era cuando tu mano izquierda me cubría la boca sin importarle la insalubridad de mi lengua sobre ella o mis paralizantes mordidas... Me tuviste así un buen rato, hasta que a tu antojo al fin bajaste, entonces tomaste mi vagina por sorpresa, besaste mis labios vaginales de una manera tan sútil y tan versátil que no podía distinguir si era tanto placer o tanto dolor pero los quería a los dos... De pronto no pude ya más, ni podía entender cómo tú podías soportar tanto dar, sin mis labios sobre ti, y con mi cuerpo ya cansado y resbaladizo me senté entonces sobre ti, ahora mi mirada estaba más alta que la tuya, ahora podía yo masturbarte mientras me rogabas que lo hiciera y que no me detuviera, aquella lucha de poderes me estaba encantando y excitando cada vez más, te bajé por completo aquellos jeans rotos que traías, y te sentía una y otra y de todas las formas posibles, ahora me tenías tú con mi descarado antojo saciándome vulgarmente de ti.




Resultado de imagen para deseo

Comentarios

Entradas populares de este blog

No poema al amor.

Enredos nocturnos.