Enredos nocturnos.

Puede ser que también durante la primavera las hojas caigan, porque no todos los árboles florecen en primavera... Existen el cerezo y la camelia que florecen en invierno.

Así es la diversidad de nuestro univero, nuestro planeta, y así mismo es la diversidad de nuestro ser. Ese ser que muchas veces no entendemos e intentamos ajustarlo al estándar, a lo que creemos aceptable, ni siquiera lo correcto, sino hacia lo aceptable, o lo normal, lo cotidiano, lo orientamos a actuar de modo que su presencia pase desapercibida, carente de autenticidad, y fácil de ver ante nuestros seres queridos, lo equipamos de tal manera que cuando nos sintamos solos por no ser lo que deseamos, alguna de aquellas personas a quienes intenamos agradar esté ahí, a nuestro lado. Porque nos asusta el rechazo y la soledad que entrometidamente llega.

Entonces nos dedicamos a guardarnos, a guardar la verdad, y cuando intenamos decir la verdad se convienrte en una mentira, porque ya nadie nos conoce, ni siquiera nosotros mismos.

Pasan las horas, los días, los meses, los años... Mirando tras la ventana todos aquellos sueños rotos, refugiados entre tabaco o alcohol. Refugiados en nuestra posición de costado abrazando alguna esponjosa o vieja almohada, o acostado boca arriba, aunque las penas... Acostado boca arriba, duelen más, porque el corazón levantado lucha por gritar y salir, y pareciera que se nos va más fácil, porque el nudo guardado en la garganta durante el día despierta cuando es de noche, más si es en esta posición, porque la posicición relajada de nuestros labios parece querer brotar una sonrisa, y no tenemos la voluntad para ello. Porque cuesta más cerrar los ojos, y los párpados pesan más cuando están por llorar, o lo han hecho ya, porque nuestra mente parece evocar más fácil aquellos dolorosos recuerdos y nuestro cuerpo mantiene postura de apertura cuando no queremos ya sentir.

Hay una amarga relación entre el recuerdo, el deseo y el dolor cuando es de noche.

Quizá mis palabras parezcan desconectadas, pero es que ni siquiera puedo ordenarlas. Pero esto también, es parte de la diversidad interna más profunda de cada ser. ¿O no es así?

Así es como los pensamientos llegan, entre un montón de líneas interruptoras y superpuestas. Suaves y agudos, amargos, profundos y opresores, y de vez en cuando dulces y cálidos.

Cuando tu cuerpo quiere decir todo pero tú no quieres decir nada. Cuando los atardeceres se mezclan con agridulces recuerdos y desfilan tras la ventana del tren.

Cuando los sonidos se esfuman dando delantera a aquella sórdida, deprimente pero hipnotizante melodía.

Cuando las aves de las que adoras el canto, caen muertas una a una sobre un césped limpio y perfectamente colorido.

Porque la felicidad no lo es todo, ni la tristeza, existen la amargura, el dolor, la desesperación, la locura, la dicha, el entusiasmo, la soledad, el rencor, la culpa, el placer, la depresión, la ruptura, la ansiedad, la ira, la fé, la dececpión, la simple desdicha, la preocupación, el agobio, la terrible desolación y lo más jodidamente raro de todo esto, es que todos ellas son capaces de combinar, colsarse u ocultarse bajo una misma, quizá falsa, sonrisa.


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